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NEPAL, las montañas más altas del mundo
23/04/2023
Introducción
Nepal es un país que hasta hace no mucho estuvo cerrado a los extranjeros. No fue hasta los años 60 cuando Nepal empezó a recibir turistas, principalmente montañeros atraídos por las grandes montañas que allí se encuentran.
Gracias a ese aislamiento Nepal nunca fue colonizado por otros imperios y se ha mantenido casi virgen culturalmente. Viajar a Nepal es observar la cultura desde un estado más puro de como uno lo haría en otro lugar, especialmente en los valles de las altas montañas donde los avances tecnológicos aún no están demasiado presentes.
Pero además de su cultura, las etnias y sus religiones, lo que más destaca de este país es que alberga la mayor concentración de picos de más de 8 mil metros del mundo. Concretamente Nepal tiene ocho de los catorce ochomiles que existen en el mundo. Por eso siempre ha sido objeto de deseo para los más amantes de la montaña.
Se trata del país con mayor superficie en altura del mundo, algunos lo llegaron a llamar el tercer polo ya que tiene temperaturas tropicales en las faldas montañosas y en los altos valles y sus cumbres llega a tener un clima ártico.
Sin duda es un lugar especial, mágico y hermoso que por desgracia también se está degradando por culpa del turismo del posturéo.
En esta crónica voy a explicarte cómo es el país y como es caminar por el Himalaya casi 500 kilómetros durante 40 días haciendo los trekkings más codiciados del mundo. Te contaré mi experiencia con el mal de altura, el frío, y las adversidades que pasé junto a mi pareja para cumplir uno de los sueños de mi vida. Llegar al campo base del Everest sin hacer uso de guías o porteadores.
Una noticia de un periódico nacional español «La Vanguardia» avala también la experiencia que te voy a contar, pues fuimos los últimos montañeros en salir del Himalaya antes de la ley del 1 de abril del 2023, donde el gobierno de Nepal decretó la prohibición a los extranjeros de caminar por el Himalaya sin guía. Y por ello, también salimos mencionados en dicha noticia.
Disfruta de la lectura.
La magia de Nepal
Desde que era un niño he estado obsesionado con la montaña más alta del planeta. El monte Everest con sus 8.848m me ha fascinado a través de documentales, programas de televisión de aventura, a través de libros y mi propia investigación que desde los 14 años nunca dejó de fascinarme.
El concepto de aventura debe de ir en mi ADN ya que todo lo que conlleva explorar sumado a la extenuación física, el riesgo y la superación del mismo para mi es como el elixir de la vida.
Ya a los 15 años no soportaba la idea de ver una montaña enorme desde casa de mi madre y no saber cómo llegar a ella. No entiendo porqué, nadie me ha inculcado el montañismo ni la curiosidad por la montaña, sin embargo yo cogí una mochila y desde casa de mi madre me puse a caminar dispuesto a conquistar la cima de la montaña. Tardé 2 días en llegar siendo necesario acampar en la falda de la montaña con un total de 80 o 90km.
Así que como una polilla me sentía atraído por Nepal y sus montañas. Llegué incluso nervioso a la ciudad de Katmandú. Puede que hubiera leído demasiados libros sobre himalayismo y sabía que ya solo por pisar aquel aeropuerto estaba en un lugar histórico de las grandes expediciones a los 8 miles.
El mismo barrio céntrico de Thamel me hizo llorar de emoción, así que el lector fácilmente puede imaginarse el estado de emoción en el que llegué a este país.
Para mi esa es la magia de Nepal, las montañas, las más difíciles de conquistar, las más altas, las que parecen diosas.
Un poco de historia
Nepal estuvo cerrado hasta los años 50. No fue hasta entonces cuando algunas de las primeras expediciones que trataban de conquistar los ochomiles cuando Nepal decidió ser más flexible en cuanto a los turistas.
Hubo muchos intentos de que el ser humano pisara una montaña de 8 mil metros, cualquiera. Casi como una competición de países, del mismo modo que cuando se intentaba alcanzar la Luna, cada país se adjudicó una montaña como objetivo. Ya desde los años 20 se intentó reconocer e intentar escalar alguna. Principalmente el Everest cuando se descubrió que ese rocoso pico antiguamente llamado pico XV era en realidad la montaña más alta del planeta tierra.
En honor al topógrafo jefe que lo descubrió se bautizó al pico 15 con el apellido de este, Everest.
Eso marcó un antes y un después ya que despertó el interés de muchas personas surgiendo la idea de escalarlo. La montaña más alta de la tierra estaba virgen aún.
Diferentes nacionalidades se lanzaron a la caza de la cumbre esquivando las prohibiciones de Nepal. Hubo muchas expediciones y algunas de estas acabaron con la vida de celebres personajes del alpinismo en dicha montaña.
No fue hasta el año 1950 que por primera vez en la historia un ser humano piso la cumbre de un ochomil, y este no fue el Everest, sino el Annapurna, una montaña de escasos 8 mil metros que se encuentra al oeste de Nepal. Se trata de la décima montaña más alta de la tierra y fue conquistada por los franceses.
Tres años más tarde, en el 53 se logró conquistar por fin el Everest por los británicos. Se descubrió que para escalar a esas alturas era necesario el uso de oxigeno embotellado y con esa solución se logró alcanzar el techo del mundo.
Estas dos historias son las más famosas que encabezan la lista de muchas expediciones más, Nepal abrió sus fronteras y escalar las cumbres más altas del planeta dejó de ser una cuestión de interés nacional pasando a ser una cuestión personal para cada uno.
Después de esto, decenas de alpinistas han hecho historia marcando récords escalando dichas montañas, muchos han muerto intentándolo y quien ha regresado vivo ha escrito libros que han alimentado los sueños de otros con la misma sed de aventura que ellos.
Actualmente escalar montañas de 8 mil metros ya no es un deporte exclusivo para los más profesionales gracias a decenas de empresas que comercializan viajes de aventura a costes exageradamente elevados para subir dichas cumbres.
Pese al peligro que sigue existiendo sumado a la poca experiencia de clientes que pagan para que les suban a la cima, cientos de personas adineradas y no tan adineradas se lanzan a vivir la aventura de escalar un ochomil, a veces pagándolo con la vida.
En este punto de la historia Nepal lidia con los problemas de la masificación y los residuos en las montañas. Escalar ahora, casi para la mayoría en el Himalaya, es algo que se puede comprar.
Y es así porque de ninguna otra forma nadie podría subir a esas cumbres tan inaccesibles si no es con una empresa de ese tipo.
Escalar un ochomil es de un sufrimiento tan elevado que algunos hasta mueren por sencillo cansancio. La altura, el frio, las avalanchas, los desprendimientos y otros son peligros siempre presentes.
Algunas montañas tienen sus propias estadísticas de mortalidad en función de cuanta gente baja viva en función de la que sube.
Las primeras personas en escalar una montaña de este tipo y volver con vida fueron los alpinistas franceses Maurice Hergoz y Louis Lachenal. Pero pagaron con amputaciones severas la conquista del Annapurna.
Es difícil comprender como sigue habiendo seres humanos dispuestos a seguir los pasos de aquellos pioneros que abrieron la huella de las primeras ascensiones pese a los peligros que conlleva.
Pero para quien ama las montañas y siente fascinación por ellas no es raro sentir el deseo de embarcarse en una expedición de ese tipo. Al menos así lo siento yo.
He soñado muchas veces escalar la cima del mundo, he soñado estar allí y poder ver con mis ojos el mismísimo Everest. He sentido una inmensa curiosidad de como haría yo para superar las adversidades que ofrece ese lugar. Así que aunque sea difícil de entender, aquellos que soñamos con las montañas, tenemos el deseo de sufrir adversidades y encontrar la manera de superarlas. No hay nada en la vida que pueda parecerse a esas dificultades ya que durante días, en la montaña, estás jugando a hacer un pulso con la muerte donde de ti depende salir victorioso.
Todo lo demás nos parece demasiado fácil, casi aburrido y carente de emoción en nuestras vidas.
En ocasiones el hecho de escalar montañas, no necesariamente debe ser una de ochomil metros, nos da la sensación de que después, todo en la vida es sencillo. Cualquier placer es mil veces más placentero ya que siempre, de forma constante, estamos comparando nuestra vida con lo vivido en las montañas, y por ese motivo, vemos la vida de otra manera, dándole un valor que quizás no todo el mundo puede darle. A eso nosotros, le llamamos felicidad.
Trekking campo base del Everest
De todos los trekkings que se pueden hacer en Nepal escogimos sin duda alguna el que llegaba hasta al campo base del monte Everest. Mi fascinación por dicha montaña no me permitió escoger otro.
Para llegar a la región del Everest, más concretamente al valle del Khumbu había que coger una avioneta para aterrizar en el aeropuerto más peligroso del mundo. Eso o caminar durante 7 días más hasta llegar a dicho aeropuerto ya que desde allí es de donde empieza el trekking. En Lukla.
Nosotros decidimos ir en avioneta, debíamos aterrizar en una pista de escasos 400m de longitud, la más corta del mundo. Si algo sale mal la avioneta no puede levantar el vuelo otra vez porque al final de la pista hay una monumental pared de una montaña que lo impide. Por ello también es el aeropuerto con más accidentes del mundo.
Solo pilotos con más de 11 años de experiencia en vuelos por el himalaya pueden aterrizar en este aeropuerto.
Vamos que en la avioneta, aunque seas ateo, rezas un padre nuestro, por si las moscas.
El trekking comienza allí mismo, desde Lukla. Se trata de un trekking de 9 días de subida y 3 o 4 de bajada. En total unos 13 días se tarda en ir y volver.
En este debes ir desde los 2.800m a los que está el aeropuerto de Lukla hasta los 5.300m del campo base del Everest.
Subir a la altura de Lukla de golpe desde Katmandú en tan solo 30min ya supone un reto para el cuerpo. De hecho, yo no me encontraba bien. Había subido otras veces a esa altura, hasta los 3.400m pero siempre progresivamente. Así que el vuelo en avioneta me costó pasar una noche con algún vómito.
Fui consciente enseguida de que era susceptible a la altura y me concentré desde el primer día en ascender muy despacio y beber mucho líquido.
(Mal de altura)
Un trekking no es una actividad complicada, estoy harto de caminar por la montaña y de hacer picos. Pero pese a que hacer un trekking sea algo relativamente sencillo en cuanto a nivel físico, la altura es el factor que determina la dureza del trekking.
Exponer el cuerpo humano a la altura supone resistir la falta de oxígeno. A mayor altura, menor densidad tiene el aire de la atmósfera, el aire es más fino. Por ello contiene menos concentración de oxígeno. Respirar el aire en altura provoca que tengas la sensación de ahogarte, provoca fatiga fuerte, dolores de cabeza, ganas de vomitar, estómago cerrado, insomnio, etc…
La única forma de resistir es aclimatar, y eso consiste en ascender progresivamente para que el cuerpo produzca hemoglobina (glóbulos rojos), encargada de transportar el oxígeno en las venas. A mayor hemoglobina, mayor adaptación a la altura y mejor resistencia física. Sin embargo la aclimatación provoca con esa hemoglobina que la sangre se vuelva más espesa y por ello le cuesta circular por el torrente sanguíneo. Y en los capilares más pequeños como en los dedos de manos y pies no logra entrar bien. Si hace mucho frío, los vasos sanguíneos se contraen y lo primero en congelarse son las extremidades.
Algunos días, para aclimatar, es necesario ascender a algún lugar y después volver a bajar para dormir a menor altura.
Finalmente el mantra que te repites a diario es beber agua en abundancia, no ascender más de 600m aprox por día y comer hidratos de carbono a punta pala. Con eso y entusiasmo es suficiente. Pero eso es solo la teoría, en la práctica como todo, cambia, y pese a seguir al pie de la letra las reglas nos encontramos en alguna que otra situación delicada.
Caminar por los valles del Himalaya es de un placer indescriptible, sus vistas a lo lejos con sus cumbres nevadas me dejaban embobado. El tercer día pude ver a lo lejos la cumbre del monte Everest, siendo ese uno de los momentos más mágicos del trekking.
Jamás olvidaré ese instante donde con mucho entusiasmo me puse a gritar:
-Ahí está!! Ya lo veo!!
Hace algunos años, a mis 20 jamás imaginé que aquellos sueños de adolescente se harían realidad. Ver y estar allí, frente al Everest, rodeado de Sherpas, de Yaks (animales de la región) y de toda esa atmósfera me hacía sentir que en ocasiones las vivencias no eran reales. Como si aquello formase parte de un sueño.
Lo único que me transportaba a la realidad era el dolor. Las primeras etapas, el dolor de estómago. Sobretodo cuando apretaba el hambre.
Después de horas caminando llegas a las aldeas con intención de devorar cualquier cosa que te den, y no importa si sabe a rayos, el hambre hacía que llenar mi estómago fuera uno de los momentos más felices de cada día. Con el estómago lleno volvía a mi sueño, a mi nube.
Todo me parecía idílico, los refugios, la gente, los monasterios. Era finales de febrero, hacía bastante frío y no era aún temporada alta. Así que estábamos casi siempre solos en la mayoría de caminos. El silencio nos robaba las palabras en las caminatas siendo ambos absorbidos por la magia del lugar.
Todo era magnífico, incluso las duchas de agua fría en los refugios. Todo hasta que llegamos a los 4.600m de altura.
A partir de allí nuestro cuerpo empezó a resentirse y a evocar síntomas típicos de la altura.
El frío en los refugios empezó a ser difícil de soportar por las noches llegando dormir con gorro y guantes y finalmente todo se volvió más difícil cuando nuestro estómago decidió cerrarse impidiendo así la ingesta de alimentos tan importante durante esos días.
Con pocas calorías continuamos ascendiendo y una nevada nocturna borró el trazo de los caminos a seguir, incluso las huellas. Todo quedó en manos de nuestra intuición y un mapa.
La montaña empezó a poner sus adversidades y había llegado el momento de descubrir de que pasta estábamos hechos.
A Mireia se le helaron los dedos de las manos, no importaba el grosor de los guantes que su sangre no entraba en sus dedos siendo necesarias varias paradas en plena nieve a introducir sus manos en mis genitales, la zona más caliente que podía ofrecerle para calentar sus manos.
Entre tanto nos vimos obligados a deshacer caminos que en realidad no eran caminos hasta encontrar el correcto. Con bastante ansiedad resolvimos las situaciones gracias a puntos de referencia y la ayuda del mapa.
Ir solos por el Himalaya cargados como burros no estaba siendo fácil.
Una vez ascendimos a los 5.000m de altura los ataques de fatiga extremos eran de una crudeza sin igual. Sentía que mi cuerpo se apagaba, que dar un paso era de un esfuerzo tan grande que mis ganas se enfocaban en parar a respirar con el pulso acelerado.
Es extraño, yo pensaba que tras hacer las etapas de aclimatación y hacer las cosas bien ese «mal de altura» no aparecería, pero para mi sorpresa eso era común y totalmente aleatorio en función de cada persona.
El momento más preocupante de mi experiencia con la altura fue cuando trate de preguntar a un lugareño cuánto quedaba para la siguiente aldea y en mitad de la pregunta me quedé en blanco. Desde hacía un par de horas me sentía muy aletargado, lento, casi como a cámara lenta sentía que todo mi ser funcionaba, incluidos mis pensamientos. Después de preguntar al lugareño me di cuenta que algo me ocurría y lo confirmé cuando no era capaz de recordar el nombre de mi hermana.
Eso me hizo entender que a mi cerebro no le estaba llegando bien el oxígeno y que quizás, pese a haber hecho todo lo debido, mi cuerpo me estaba pidiendo descender para evitar un accidente grave por la altura.
Debido a mi estado, descender no era una opción ya que no me sentía capaz de caminar más horas, y lo más sensato parecía llegar al siguiente refugio que estaba relativamente cerca.
Una vez allí, todos muy amables, montañeros y sherpas incluidos me ayudaron a rehidratarme y a conseguir descanso.
La idea era clara, dormir esa noche allí y en función de como me encontrase por la mañana, descender o seguir hacía adelante.
Yo tenía claro que si bajaba ya no volvería a subir, no quería pasar de nuevo por ese calvario, así que pensaba: -Si mañana bajo, seguiré bajando hasta que pueda respirar de nuevo un aire normal. Me despediré aquí del Everest entonces.
Pero a la mañana siguiente me desperté mas o menos bien, me acompañaba mi estomago cerrado desde hacía ya 2 días y seguía sin encontrar la llave que lo abría, pero decidí continuar también gracias al apoyo de Mireia. Con el desayuno en una bolsa de plástico me puse a caminar a paso muy lento con la esperanza de lograr alcanzar la última aldea y posteriormente el ansiado campo base del Everest, nuestro objetivo.
Finalmente, tras un sufrimiento bastante elevado logramos llegar al Campo Base del Everest explotando en un llanto de alegría. Se liberó en mi un coctel de emociones enorme que duró durante días.
El recuerdo de sentirnos verdaderamente en peligro y decirnos «Te quiero» el uno al otro sintiendo que estábamos asumiendo riesgos de una nueva dimensión que no conocíamos aún.
El recuerdo de las eternas horas y las inmensas distancias cubiertas, en ocasiones en estados físicos y psicológicos tan lamentables que hacían de la etapa un verdadero infierno.
El recuerdo de no poder beber agua porque estaba congelada, cagar en una agujero de orines congelados o bien esos -25 grados de frío intenso que te congelaban hasta las pestañas.
Todos esos recuerdos y muchos más, nuestra nariz quemada por el sol, los cayos de las palmas de las manos de tanto usar los palos, o el calzoncillo que no me había cambiado desde hacía 5 días. Todo eso venía a mi cabeza para decirme algo insólito.
Lo insólito de una pasión
Probablemente a la mayoría de personas, después de todo ese sufrimiento lo primero que piensa es que no merece la pena poner en riesgo de algún modo tu vida para ver una piedra a cinco mil metros de altura. O probablemente piensen que jamás repetirán algo así.
Por eso lo insólito de la situación es que lo primero que pensé yo fue:
-Qué pasada de aventura!!!
Es imposible explicar una pasión, hay personas que tienen predilección por los perros, acogen a más de uno en sus hogares y viven entre orines de sus mascotas a diario. Yo reconozco que no entiendo a las personas que acogen animales, se llenan de responsabilidades y permiten que un animal, por muy hermoso que sea, destroce todos sus muebles y use el salón de su casa como letrina.
Siempre pienso que deben gustarte mucho los animales para eso.
Y no espero que el lector entienda aún algo más irracional, como esto de subir montañas y hacerle pulsitos a la muerte a ver quien gana.
Pero para mi, subir montañas es de una satisfacción desmesurada. Cada adversidad que me puso el trekking del Everest la recibí con ganas. Eso no significa que no sufrí. Pero si que deseaba que las cosas se pusieran un poquito difíciles. Esa emoción de verse envuelto en adversidades y desarrollarse para superarlas es felicidad pura para mi.
Me ocurre también en otros aspectos de mi vida, cualquier adversidad es para mi un reto y con gusto disfruto de superar. Pero siento aburrimiento con estas.
Por ejemplo, el reto de pagar una hipoteca no está mal, plantea muchas incógnitas y esfuerzos a largo plazo, sin embargo carece de aliciente para mi, es aburrido, es relativamente fácil, quizá.
Y no porque ande sobrado de dinero, sino porque no existe un riesgo. Son solo papelitos que llamamos dinero, un contrato de papel con una entidad y más gilipolleces que dan por resultado tener un hogar. No es extraordinario.
El riesgo es un componente esencial en la forma de alcanzar la felicidad para mi. El riesgo presenta una adversidad real en la que una decisión supone la diferencia entre tener consecuencias negativas o positivas. La naturaleza presenta la adversidad de los elementos, el frio, la altura, la lluvia, todo eso.
La montaña me da ese aislamiento donde hace que casi todo dependa de mi, no hay ambulancias ni hospitales, solo yo. Y eso no significa que menosprecio la vida. No me apetece morirme. Todo lo contrario, lo que me apetece es vivirla con intensidad.
El aislamiento de las montañas me da esa paz que necesita mi alma, ese deseo de desintoxicarme de occidente. De la puñetera civilización.
Subir montañas para mi es un reto que presenta todos los elementos que me hacen feliz. Además me parecen hermosas, me fascinan sus formas y sus rutas para acceder a ellas. Soy de esos que se lleva unos cuantos souvenirs en forma de piedras en el bolsillo cuando llega a la cima. Las montañas me enamoran.
El concepto «aventura» es al único que acepto en mis viajes. Aborrezco el turismo, Instagram, el postureo y el concepto «vacaciones».
Huyo de los hoteles con estrellas.
Y a Mireia ¿le gusta también todo eso?
Esta pregunta me la hacen familiares, amigos, clientes. TODOS, con mayúsculas dudan que una mujer sienta atracción por esas miserias y adversidades que yo llamo aventura. Pero para los demás no son más que eso, miserias y sufrimientos.
¿Porqué te gastas el dinero en eso pudiendo ir a un resort rollo relax?
Sin guía, ¿no es peligroso hacer todo eso?
Y vuestra familia, ¿cómo lo lleva todo esto?
Me tienen hasta los huevos estas preguntas que dejan entrever que lo que hacemos no es normal. Hasta los mismísimos de ver la cara de asco en la gente cuando tanto yo como mi pareja, Mireia, hablamos de nuestras aventuras.
Creo que hay algunas mujeres en el mundo que no les importa cagar en un agujero congelado, escalar una montaña y sufrir algunas adversidades con tal de vivir una experiencia única e increíble.
Pero tenemos una sociedad demasiado cómoda, por eso hay tantos gordos. Cada vez más abunda en la sociedad personas que evitan cualquier tipo de esfuerzo, personas que solo ven la superficialidad de lo que les rodea, creo que les falta alma.
Alguien que pone un rostro de asco ante un agujero meado y cagado no es capaz de ver la increíble cultura que hay detrás de la dura vida de las personas que viven en esas condiciones. Que tú pases por allí unos pocos días y luego te vuelvas a tu puñetera casa donde todo es cómodo no te va a matar.
Pero la gente se horroriza frente a nuestras anécdotas y penurias incapaces de ver lo ricos que somos en el alma. Incapaces de ver nuestra felicidad con esos actos.
Las personas están vacías en el alma y ciegas. Tan ciegas que no ven más allá de un resort.
Tengo la fortuna de tener una mujer a mi lado que disfruta tanto como yo de vivir aventuras. De sufrir putadas y encontrar el camino para superarlas. Ambos disfrutamos así. Y me suele reventar bastante cuando preguntan si a Mireia le gusta eso también.
Acabo de decir que hemos estado 40 días caminando por el Himalaya y hemos hecho cerca de 500 kilometros, ¿acaso conoces a alguien que haría eso si no le gustase?
Porque estoy seguro que tu, por mucho que quieras a tu marido, no harías ni 15km bajo la lluvia.
Mireia ha hecho 500km durante casi un mes y medio. Casi sin descanso. ¿Cómo puede ponerse en duda si le gusta?
Es evidente que hacer este tipo de cosas es algo inusual, pero no imaginaba cuánto para los demás. Después de esta hazaña me he sentido más bicho raro que nunca.
La sociedad es incapaz de entender mi modo de vivir.
La paradoja de esto, es que yo, que detesto como viven los demás, debo actuar con normalidad porque las vidas de los demás, son lo común y corriente.
Si yo fuese un insolente como ellos mis preguntas sonarían así:
-¿No te da vergüenza ir de compras cada dos por tres para renovar tu vestidor cuando millones de personas en el mundo viven en una pobreza extrema?
-Si no tienes dinero, ¿porque te gastas 300€ en ponerte una inyección de acido en los labios? ¿Es tan importante tener unos morros inflados para ti?
-¿Y no os importa dedicar toda vuestra vida a pagar una hipoteca y vivir como unos esclavos del sistema?
-¿No te preocupa morirte y que lo más relevante de tu vida haya sido poner en el perfil de tu Instagram, «mamá de Anna»?
Si yo hago esto, me clavo una estaca a mi mismo, esas preguntas que para mi son de una lógica aplastante, pero para esta sociedad en la que vivo son de una normalidad desmesurada. Y por eso, hacerlas, sería un despropósito, una ofensa.
Yo hago pulsitos con la muerte en las montañas y eso la gente no lo entiende, se horroriza. Sin embargo lo de comer como un cerdo y tener el colesterol por las nubes no es un pulsito con la muerte. ¿no?
La gente se juega su vida por vagancia, la pereza de no hacer la puta dieta y un poco de ejercicio. Eso es penoso. Pero el raro soy yo.
Llevo toda mi vida en esta paradoja y no logro acostumbrarme, lo único que he conseguido es sobreactuar y hacer creer a los demás que soy normal. Y de forma oculta o en la intimidad de mi relación dejo salir todo eso que desea brillar al margen de la sociedad.
En las montañas, lejos de ese cáncer social que nunca me deja de juzgar.
Circuito del Annapurna + campo base ABC
Después de nuestro trekking por el Everest, decidimos ambos volver a vivir de nuevo esas sensaciones pero esta vez en el Annapurna.
Motivados por eso y por una ley que pronto entraría en vigor el 1 de abril del 2023 que prohibiría a todo extranjero adentrarse en el Himalaya sin guía.
Era ahora o nunca. Pues ambos sabíamos que habíamos descubierto el Himalaya demasiado tarde y nunca podríamos volver en solitario como ahora.
Por ese motivo nos decidimos a hacer uno de los trekkings más bonitos del mundo según muchas valoraciones. El circuito del Annapurna (la décima montaña más alta del mundo) se trata de una ruta de 250km que da la vuelta al macizo pasando por el «Torolong La Pass» a 5.416m, un paso de montaña que uno los dos valles principales y solo así se puede completar el circulo por la cara norte del Annapurna.
Finalmente, al terminar este trekking nuestra intención era ascender al campo base del Annapurna donde murió uno de mis heroes alpinisticos. Iñaki Ochoa de Olza.
Esto llegó a los oídos de un familiar que trabaja en un periódico nacional «La Vanguardia» y nos propusieron hacer una noticia conjunta ya que por las fechas íbamos a ser las últimas personas en realizar un trekking en Nepal sin guía y sin porteador antes de la prohibición.
Como eso era noticia en todo el mundo y nos entusiasmaba la idea, aceptamos la propuesta y nos pasamos casi todo el trekking por el Annapurna enviando fotos, reflexiones e información varia a la redacción del periódico ya que la intención era publicar la noticia el 31 de marzo. De hecho cuando se publicó nosotros aún seguíamos en el Himalaya. Hasta 9 días después no salimos de él.
La noticia se publicó con el siguiente titular:
Último ascenso en solitario al Circuito Annapurna, el trekking más hermoso del mundo
En estos dos trekkings observamos los signos evidentes de la masificación y del turismo del postureo. El daño que se le estaba haciendo a la montaña es de proporciones grandes. Existen actualmente, en la región del Annapurna, carreteras, postes de luz atravesando los valles y una gran cantidad de turistas sin muchas ganas de caminar. La gente sube en jeep saltando etapas para hacerse la típica foto para Instagram.
Es realmente absurdo estar en un lugar pelándote de frío esperando a poder pasar y no poder hacerlo porque 20 turistas que van primero quieren todos una foto haciendo poses de mil formas hasta dar con la buena.
Esto es algo que me desespera y aún más en las montañas, que siento que han sido invadidas, o mejor dicho, profanadas por personas que jamás deberían estar allí. Es innegable que el impacto económico que tiene para las personas que viven allí es excelente. Ellos explotan sus montañas como aquellos que explotan las pirámides de Egipto para sacar un beneficio.
Pero al tratarse de un paraje natural y además único en el mundo, existe una controversia cuando se piensa en lo que se está convirtiendo ahora.
También fue horrible ver el abuso que se le da a los porteadores haciéndoles cargar con muchísimo peso de cosas innecesarias o bien ver la desagradable situación de ver guías con sus clientes ir a lugares peligrosos a cambio de dinero.
En ocasiones un guía en este tipo de países no garantiza tu seguridad, en ocasiones puede ser el motivo de tu inseguridad.
Pues llegamos a ver guías saltando etapas de aclimatación y posteriormente sus clientes muy jodidos. Vimos negociaciones de rescate en esas situaciones por parte de los guías y a los turistas como corderitos sin saber que hacer diciendo sí a todo con tal de salir de allí.
Por ello considero que si se tiene la experiencia suficiente, en ocasiones, es de mas rigor tomar tus propias decisiones.
Pese a esto, disfrutamos mucho y las sensaciones en cuanto a la altura no fueron tan duras, pues ya estábamos aclimatados del Everest.
Cruzar el paso de montaña más alto del mundo a 5.416m fue una experiencia brutal. Tuvimos que empezar a caminar a las 4 de la mañana para cruzar antes de que el sol caliente la nieve ya que ésta puede vencer y provocar avalanchas.
El frio lo sobrellevamos, y la fatiga también, como se pudo.
En cualquier caso vencimos cualquier adversidad y logramos los dos últimos objetivos que nos habíamos propuesto.
El circuito del Annapurna y el Campo base del Annapurna, a 4.100m.
Finalmente terminamos con las piernas machacadas, 40 días y casi 500 kilómetros. Nos faltaba una ducha, si, pero nos sobraba alegría. Teníamos el corazón rico gracias a la experiencia más increíble de nuestra vida. Y en pareja.
Conclusiones
Nepal es un país alucinante. Hemos disfrutado como nunca y tanto ha sido así que ya hemos hablado de dar un paso más e intentar en un futuro apuntarnos a una expedición para escalar alguna cumbre de más de 6 mil metros.
También hemos conocido gente estupenda de nuestra misma condición e insensatez.
Pero lo más importante para nosotros es la inmensa satisfacción de haber sido felices durante 40 increíbles días por el Himalaya.
Reflexión
Pese a que en casi toda la crónica he hablado de montañas, Nepal me ha enamorado por otras cosas también. Pero mi fascinación por las montañas absorbe el primer plano irremediablemente.
Soñar es solo un pensamiento que la mayoría de personas encierra en algún cajón de sus mentes. Por eso, soñar es algo que puede hacer todo el mundo.
Lo que no pueden hacer todos es hacer sus sueños realidad. Si por un instante la gran parte de los occidentales fueran conscientes de sus privilegios, no se atreverían a dejar guardados esos sueños, y solo por ese instante, el mundo estaría carente de mediocridad.
Gracias por leer hasta aquí esta crónica sobre Nepal, recuerda que esto es una impresión tras solo 2 meses viajando por allí. Así que mis juicios no tienen valor suficiente ya que difícilmente lograré conocer su cultura con profundidad.